martes, 28 de abril de 2015 a las 05:42 PM

Rasgos culturales

  El "MENCHO"

 

Iberá es el corazón geográfico de la provincia de Corrientes y, de alguna manera, representa también el corazón cultural del “ser correntino”. Este inmenso y prístino humedal alberga uno de los patrimonios naturales más importantes del mundo y una identidad marcada por un pasado guaraní mestizado con una presencia española y con una gran influencia jesuítica.

Antes de la llegada de los españoles el Iberá estuvo ocupado por pueblos originarios. Luego se convirtió en un espacio fronterizo que delimitaba de manera natural el territorio ocupado por los españoles al norte y por las reducciones jesuíticas en la margen del río Uruguay.

Tras la expulsión de los jesuitas y los ataques sufridos por los pueblos vecinos, parte del pueblo guaraní misionero se refugió en las márgenes del Iberá fundando, tras un consenso en el que decidieron pertenecer a la provincia de Corrientes, los pueblos de San Miguel y Loreto. Muchos de estos hombres encontraron trabajo en las estancias de españoles y criollos dando lugar al “mencho”, cuya lealtad al patrón, especial conocimiento de la naturaleza y destreza en tareas rurales (ya que provenían de las viejas estancias jesuíticas), lo convirtieron en un apreciado trabajador. 

 

EL MARISCADOR: CAZADOR DE LOS ESTEROS

 

Hubo quienes no aceptaron ser asimilados por una cultura ajena y se internaron en lo más profundo de este sistema hídrico para recrear su anterior vida de cazador recolector, dando lugar a la aparición de la figura del mariscador.

El mariscador llevaba una vida nómade e independiente, dedicándose a la caza y a la pesca como medio de subsistencia y teniendo contacto esporádico con los poblados, hecho que favoreció aún más la mantención de la lengua y las costumbres guaraníes. Estos hombres del Iberá conocían como nadie el territorio lacustre en el cual se movían gracias a las canoas mariscadoras, de fondo plano y con ayuda de un botador, y también lograron un conocimiento profundo del comportamiento de los animales de la zona, a los que cazaban tan solo con la ayuda de un machete y una chuza.

La actividad mariscadora, que en un comienzo tenía como fin el autoconsumo, más tarde (debido al valor internacional de pieles y plumas exóticas) se convirtió en un fuerte intercambio comercial entre los mariscadores y los acopiadores, que “pagaban” las pieles con mercaderías y casi nunca dinero. El movimiento económico generó que en algunos parajes hasta se instalaran “boliches de acopio”, que muchas veces también funcionaban como proveeduría.

En la actualidad el hombre del Iberá conserva algunas costumbres, como el uso de la canoa a botador y de los caballos, sin los cuales en algunas áreas sería imposible moverse. Otra característica son los pies descalzos, que en muchas ocasiones van acompañados de espuelas y polainas. Esto ha sido tomado erróneamente como signo de pobreza cuando en verdad se trata de una cuestión práctica, ya que la mayor parte del tiempo los pies están en el agua.

Cuando en 1983 se creó la Reserva Provincial y se prohibió la caza, se convocó a estos baqueanos mariscadores para que se convirtieran en guardaparques y utilizaran sus conocimientos del estero para conservarlo. Hoy, son los principales guardianes de la naturaleza. 

 

UN LUGAR PARA VIVIR Y COMPARTIR

La arquitectura vernácula de Corrientes tiene una innegable influencia guaraní, donde el tekoá, más que una aldea, es el lugar donde uno puede desarrollarse como ser en relación a otros. Tekó quiere decir “ser” y tekoá “lugar”, de ahí que podamos traducir “aldea donde ser”.

Esta influencia es visible aún hoy en la vivienda correntina, donde hay un espacio único de convivencia familiar no muy grande y un amplio patio o lugar de estar semicubierto, donde se realizan las funciones de cocinar, comer y compartir.

Una tipología característica de la zona es la denominada kuláta jiovai, consistente en un espacio central semicubierto que funciona como comedor o sala de estar y está cerrado por dos habitacionales enfrentadas.

La posterior influencia de la arquitectura colonial supo adaptar las galerías o corredores como espacio de protección del clima y también como lugar de reunión y encuentro.

Estas casas se caracterizan, además, por no tener paredes portantes sino con función de cerramiento, ya que la techumbre está sostenida por maderas de mediano porte. Las paredes son generalmente de barro, con un sistema llamado de estanteo o de juncos en la zona noroeste, donde el suelo es más arenoso.

Dentro de los techos a dos aguas, tan característicos de los ranchos en Iberá, los más frecuentes son hechos con jayahpé o juncos, o con tejas realizadas con palma. En los poblados fueron más populares las tejas “musleras” (por ser moldeadas sobre los muslos) y con posterioridad las españolas o francesas. 

El patio sigue siendo hoy un lugar muy importante en este tipo de viviendas, generalmente con un suelo de tierra apisonada y sin césped a fuerza de tanto barrido, carpido y uso cotidiano y una sombra copiosa prodigada por los árboles. También es el lugar donde se encuentran las capillas familiares realizadas en honor a un santo del que se es devoto. Estas capillas suelen recibir mayores cuidados que la casa ya que son guardianas de las más preciadas imágenes religiosas, muchas de las cuales son herencia de las reducciones jesuíticas.

En algunos poblados de Iberá, incluso en parajes más alejados, este estilo comienza a ser cambiado en su tipología o en los materiales por otro que poco nos identifica o que remite a lo industrial, además de resultar inadecuado para nuestro clima, tal es el caso de las construcciones con machimbre o costaneros desechados por los aserraderos, o ladrillos huecos. 

 

 GUARANÍ, LENGUA VIVA

Luego de estar casi en peligro de extinción,hoy el guaraní es una lengua revalorizada y que vuelve a usarse también en la escuela: otro eslabón en el cuidado de la identidad correntina.
 

 

El idioma guaraní impera en el Iberá. Esto se refleja en el nombre mismo de este ecosistema y en el de la mayoría de la toponimia utilizada, que describe de manera sintética, pero práctica y poética, estos parajes. Por ejemplo Tacuaral Guazú (tacuaral grande) o utilizar la palabra Cué (viejo) después de un nombre propio, para decir que allí vivió hace tiempo Martín, Juan o los Silvero. Lo mismo ocurre con Yberá, que significa “agua que brilla”.

La lengua se mantuvo viva, en parte, gracias al aislamiento geográfico de la zona. Sin embargo el guaraní estuvo en peligro de desaparecer hace algunas décadas ya que se había dejado de usar con el argumento de que entorpecía el aprendizaje del castellano y, como consecuencia, algunas generaciones no aprendieron a hablarlo. En 2004 se sancionó la Ley Provincial No 5.598, que establece la lengua guaraní como idioma oficial alternativo de la provincia y la incorpora en los niveles del sistema educativo. Gracias a esta política de revalorización del idioma hoy existe una nueva generación que lo utiliza en forma cotidiana.

 

 

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