miércoles, 29 de abril de 2015 a las 10:17 AM

La ruta de los mariscadores

Los mariscadores eran los recolectores de cueros y plumas que vivían cazando en el interior de los esteros hacia el 1900, motivados por la fuerte demanda de pieles que determinaba la moda europea. Eran criollos adaptados a vivir en forma nómade arriba de una canoa a botador, pernoctando en pequeñísimas islas donde secaban sus cueros, armaban sus ranchos de “piri” parecido al junco y tal vez una huerta con algún que otro árbol frutal para saborear algo dulce después de un guiso con carne fuerte “de bicho”. Podían pasarse meses recorriendo los arroyos y lagunas del interior de los esteros poniendo trampas o cazando con fija (lanza), ayudado por un pequeño perro que arreaba los carpinchos al agua. En este mundo eran pocas las mujeres, aunque las había dedicadas a las tareas domésticas en esas minúsculas islas. Aún quedan cuatro o cinco de estas familias muy adentro del estero, en un entorno de carpinchos, canoas y garzales, afrontando las crecidas y la crudeza del ambiente.

Adentrarse hoy a ese mundo es posible si uno se acerca al Paraje Carambola, navegando desde el Puerto Juli Cué o entrando por una canoa cinchada por un caballo (canoa trineo) desde el Puesto Ramirez, entrando por el Portal Concepción. Si se tiene espíritu aventurero, se puede ir remando en kayak, cabalgando y cruzando los pasos a nado junto al caballo, o en canoa a botador y llegar hasta el Paraje Ñupy o incluso Yahaveré. La navegación no es difícil y no se necesita ser deportista, solo curioso y abierto a descubrir un mundo que hoy parece salido de las páginas de un cuento de los exploradores de las Américas, como Félix de Azara o Charles D ́Orbigny. Las cabalgatas, con paso en donde se requiere nadar sobre el caballo, es imprescindible tener experiencia. La propuesta resulta un atractivo único y propio de los Esteros que merece ser experimentada. Estas cabalgatas se están desarrollando también desde el portal San Nicolás.

Se puede dormir en Concepción y hacer un paseo por el día, o pernoctar en la casa de los antiguos mariscadores en alguno de los parajes, recorriendo con ellos las rutas que aún perduran abiertas y rememorando sus aventuras. Salvo cazar, todo el resto está vigente y es el auténtico Iberá de hace más de un siglo.

 

Ingresando por el Portal Carambola, es posible adentrarse al Iberá de la forma en que lo hacían los antiguos mariscadores: por agua. Hoy se pueden recorrer las islas y arroyos durante días gracias a la reapertura de los puertos Juli Cué (sobre el arroyo Carambolita) y Yahaveré (sobre el arroyo Carambola) para el ingreso público. 

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